Hasta 2019, más de la mitad de la electricidad renovable del mundo se generaba a partir de la energía hidroeléctrica, según la red Ren21, con sede en París. Pero las sequías están provocando las mayores caídas en la generación de energía hidroeléctrica en décadas.
El sur de Brasil, donde nace el río Paraná, sufre desde hace tres años una grave sequía que afecta también a Paraguay y Argentina. Los niveles de los embalses del centro y el sur de Brasil han descendido más de la mitad y en la actualidad están en cerca de un tercio de su capacidad. Dado que Brasil obtiene casi un 60% de su electricidad de la energía hidroeléctrica, el país podría enfrentarse a un apagón.
Recurso a los combustibles fósiles
Para evitarlo, las autoridades brasileñas están reactivando las centrales eléctricas que funcionan con gas natural, volviendo a hacer crecer las emisiones de gases de efecto invernadero, al igual que los precios de la electricidad. Algo similar está ocurriendo en Estados Unidos. Allí, California permite a la industria y la navegación generar energía con diesel. También se permitirá a las centrales de gas quemar más combustible.
Pero no solo la sequía, sino también las lluvias torrenciales y las inundaciones pueden paralizar la generación de energía hidroeléctrica. Recientemente, el ciclón Idai dañó dos importantes centrales hidroeléctricas en Malaui en marzo de 2019, lo que provocó el colapso del suministro eléctrico.
En varios países de África, la energía hidroeléctrica representa más del 80% de la generación de electricidad, según la Agencia Internacional de la Energía (AIE). Pero según un estudio de la Universidad de Naciones Unidas, las represas tienen una vida útil de entre 50 a 100 años. El desgaste aumenta el peligro de roturas.
Advertencias contra la expansión de la energía hidroeléctrica
Ya a partir de 25 ó 35 años, los costos de mantenimiento encarecen las centrales hidroeléctricas, concluyen los autores. Otro factor que no habla en favor de la expansión de la energía hidroeléctrica en los países de desarrollo.
Las centrales hidroeléctricas no solo suelen interferir masivamente en el ecosistema, sino que también pueden convertirse en un peligro para las personas, dice Thilo Papacek, de la ONG «Gegenströmung”. Esto se debe a que las represas no solo dificultan la migración de peces, sino el transporte de sedimentos aguas abajo. «Sin la acumulación de sedimentos en las riberas, el cauce de un río se hunde cada vez más en el paisaje detrás de la presa. En caso de lluvias intensas, puede desarrollar una fuerza enorme, sobre todo si los embalses tienen que abrirse para evitar un desbordamiento. Un grave riesgo para la población.
«Es cierto que no podremos prescindir de la energía hidroeléctrica en el futuro», reconoce Klement Tockner, profesor de Ciencias del Ecosistema en la Universidad Goethe de Fráncfort. «Pero las preguntas son: ¿dónde y cómo construiremos y operaremos las centrales hidroeléctricas en el futuro?»
Represas no deben cambiar la velocidad del flujo natural
Según Tockner, las nuevas centrales tendrían que construirse de forma que los ríos siguieran siendo lo más permeables posible, tanto para las masas de agua durante las crecidas como para los peces y los sedimentos. La gestión de las instalaciones también debe imitar la dinámica natural y no cambiar la velocidad del flujo natural. Stefan Uhlenbrook, hidrólogo del Instituto Internacional de Gestión del Agua (IWMI) cree que «si es necesario, hay que devolver los sedimentos mecánicamente al curso del río”.
Las grandes plantas tienden a ser cada vez más ineficaces debido al cambio climático, explica Uhlenbrook. Básicamente, las centrales hidroeléctricas deben ser más pequeñas y el suministro más descentralizado.
Más turbinas flexibles, menos grandes represas
Las denominadas turbinas de flujo, que se cuelgan en medio de un río y generan electricidad a partir de la velocidad del flujo del agua, son especialmente permeables. También funcionan con niveles de agua bajos, no requieren grandes obras y son adecuadas para zonas remotas, pero no pueden abastecer a zonas urbanas.
La central eléctrica de pozo de la Universidad Técnica de Múnich (TUM), quesegún sus datos también está autorizada para las reservas naturales, promete un alto grado de continuidad y seguridad ante las inundaciones. Una planta piloto en el estado de Baviera, al sur de Alemania, abastece a unos 800 hogares.
Pero las nuevas tecnologías no ayudarán por sí solas a combatir la amenazante sequía. «Podemos reducir los efectos de las sequías cambiando el uso del suelo. Los bosques naturales almacenan mucha agua, que luego liberan durante los periodos de sequía; tenemos que ver cómo podemos reducir tanto las sequías como las inundaciones con medidas respetuosas con la naturaleza», apunta Tockner. Lo que está claro, sin embargo, es que «en vista del aumento de los fenómenos meteorológicos extremos, la energía hidroeléctrica ya no será más una fuente de energía fiable».
Y el hidrólogo Uhlenbrook nos recuerda un aspecto que, en su opinión, se ignora con demasiada frecuencia: «Por encima de todo, debemos centrarnos en ahorrar la mayor cantidad de energía posible».